Todo empezó, hace ya más de 40 años, en una pequeña calle de La Canonja (Tarragona).
Joan Bofarull, Ramón Millán y Alejandro Giménez empezaron un pequeño negocio pastelero que pretendía trabajar a nivel industrial, pero sin llegar a perder su carácter artesano.
Y así, en un local de no más de 100 metros cuadrados, con una furgoneta que apenas lograba encenderse, y poco más de una docena de utensilios, bajo la batuta de Joan, con ilusión, con sacrificio, .... empezaba una aventura con tonalidades dulces y saladas.
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